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23:05 - 14/11/25

 Si tuviera la oportunidad de describir cómo se ve el cielo, lo mencionaría a él. Mencionaría su pálida piel y la perpetua mezcolanza que se produce cuando el brilante ocaso dora la superficie de su cara colmada de lunares mal esparcidos. Mencionaría lo atibasdo que resultaba su cabello artificialmente ensortijado (que ya no se ve así), y cómo todo su ser parece cambiar dependiendo de su corte. Sé que cuando agarra confianza se le olvidan los modales. Muchas veces desearía tener un bozal a la mano para enmudecer el lenguaje innato de un portador de labios malsanos y obscenos, pero no tengo nada de eso. Ya cerca de él me doy cuenta de detalles que más que hechos son resoluciones autoras de los cimientos usados para la creación de su carácter de niño travieso. Así es, él podría ser fácilmente la definición de la picantería en su máxima expresión, no solo por la afeminada forma en la que mueve sus caderas cada vez que nadie lo obliga a bailar, pero ahí está, causando disturbios entre ...

Mariana Carlos - A casa, Mérida (28-11-24)

A casa, Mérida 28 - 11 - 1999 Si tuviera la oportunidad de describir cómo creo que se ve el cielo, la mencionaría a ella. Mencionaría su cabello ensortijado (que por cierto odia), y cómo se ruboriza al saber que me di cuenta que se lo planchó. Sé que cuando sale al sol todo su ser se torna de dos colores distintos: Verano e invierno. En ocasiones su piel es demasiado blanca, pero si le digo que la amo es más una zanahoria que un tomate, y sé que ama las zanahorias. Cuando cruza sus brazos y mira hacia el ocaso me fijo en ella como si tuviera un cuadro de Picasso delante mío. En ese momento me doy cuenta de varios detalles. Para empezar, sus manos, siempre ocultas, con uno o dos anillos, es más fácil domar a un león que dejar que yo las toque. Al menos me deja abrazarla, por mucho tiempo. Pero entonces veo sus ojos confundidos y sé que tiene miedo de saber qué vendrá. Se encorva, se tapa la cara, miro su cabello y entiendo que se lo ha estado cortando quién sabe por qué. Me gustaría sab...

Mariana Carlos - Les Rudi Llata (18-06-24)

Les Rudi Llata  Desde Barcelona el mundo nos parecía pequeño. Los faroles taciturnos de medianoche se enlazaban con el espesor de la niebla en épocas de invierno. La melodía sagrada de la llovizna reavivaba la esperanza de encontrar el sendero hacía nuestro hogar. Oscuridad, era aquello que nos envolvía intempestivamente cada vez que la luna se olvidaba de nosotros. En tanto que los zapatitos de charol hacían crujir el montón de hojas secas. Los botones de nuestros sacos se hallaban perdidos, nos hacía frío. La carga de llevar un pan a la casa nos quebraba, a nuestra corta edad. Vimos el reloj: una de la madrugada. Era nuestro turno. Al principio solo éramos mi hermano Leonardo y yo en un mundo de adultos. Nos mezclábamos con el furor, el regocijo, y sobre todo, con el humo del tabaco de quienes frecuentaban la cantina. El tiempo no solía ser del todo justo. Nos presentábamos con una selección musical de más de cuarenta pistas ensayadas día, tarde, y noche, para luego ser interrump...